El Dios de la Vida
Con frecuencia, al comenzar una misión, en el grupo de matrimonios jóvenes me preguntan: ¿Para qué una misión? Y acostumbro a responder con palabras de Jesús mismo: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”. A este Dios es al que seguimos anunciando.
Hay quien ha traducido la segunda parte de la frase anterior así: “ Vine para una gran vitalidad”. Esta es la gran necesidad por la que existe la Iglesia y por la que trabajamos en misiones, para que en todos nuestros campos haya una mayor vitalidad. ¿Y esto por qué? Porque somos sus testigos. Y esto es bueno recordarlo el día en que muchos piensan más en la muerte que en la vida.
Frente a quienes piensan que hay realidades y personas que no tienen remedio, nosotros seguimos anunciando que el Jesús en quien creemos ha puesto este mundo al revés y ha venido a “superar” cualquier tipo de pesimismo, de depresión, de mal, de muerte…; su fuerza sanadora (su Espíritu) sopla como el viento, unas veces suave, casi imperceptible y otras veces con fuerza arrastradora… Pero la realidad es que sopla y produce Vida.